miércoles, febrero 15, 2006

Necesitamos saber de bolsa e inversiones


Ya el Talmud, una obra formada mediante la aportación de sentencias desde el 450 a.C. hasta mediados del siglo VI d.C., aconsejaba sobre la necesidad de repartir el ahorro en tres partes iguales: la destinada a la vivienda, la destinada a los negocios y la necesidad de mantener dinero en metálico.

Hoy esa recomendación nos llevaría a aconsejar la diversificación del patrimonio total de un inversor en:

- Inmuebles, mediante compra directa o en fondos inmobiliarios
- Inversiones en acciones en bolsa y/o de tu propio negocio
- Activos líquidos (Bonos, depósitos bancarios, tesorería, etc.)

En la época actual, las perspectivas de mayor duración de la vida, ha puesto de manifiesto la probabilidad de vivir 15-20 años tras la jubilación, en una etapa de reducción de ingresos y un previsible aumento de los gastos.

Por ello, parece sensato ahorrar para construir un patrimonio no ya como precaución, sino como previsión de un hecho cierto, asegurándonos una estabilidad económica para dicha etapa.

En nuestro país, tradicionalmente se ha ido incorporando al patrimonio familiar, los inmuebles en los que se residían. Prueba de ello es que somos el país donde un mayor porcentaje de la población reside en una vivienda en propiedad. Así mismo, los dueños de empresas familiares, concentran en un grado muy alto su riesgo “patrimonial” en su propia compañía familiar.

No obstante y adicionalmente a estas inversiones, se aconseja disponer de un patrimonio “financiero”, por tres motivos principales: por su máxima liquidez, por una necesaria diversificación de “riesgos”, y por la capacidad de generar rentabilidades menos volátiles, y por tanto, más predecibles.

El concepto de liquidez, riesgo y rentabilidad, deberán estar siempre presente en las decisiones a tomar en los negocios y en la construcción y gestión de un patrimonio familiar.

Todos somos capaces de visionar que es más arriesgada, menos líquida y menos predecible, la rentabilidad a obtener (al menos en el largo plazo), en la inversión en negocios de empresas frente a la inversión en activos financieros.

Siguiendo ese prudente criterio de diversificación del patrimonio total, muchos empresarios de éxito, en un momento determinado, ponderan en mayor medida las inversiones en otros negocios (por ejemplo en la Bolsa) y en activos de rentabilidad más cierta, como los bonos, pagarés de empresa, letras del tesoro, etc.

En muchos casos, este cambio se ha producido tras la venta total de su empresa o la entrada parcial de otros socios financieros en la compañía (bolsa, fondos de capital riesgo, etc.).

Ejemplos más recientes en España los encontramos en la venta de paquetes accionariales de fundadores de compañías, como en FCC, Telepizza, Inditex, Jazztel o las reciente ventas de Cortefiel (Familia Hinojosa) o de la familia Hidalgo en Globalia (Air Europa, Halcón Viajes, etc.)

Repercusiones del incremento del ahorro financiero de las familias

En los últimos veinte años, las familias españolas han pasado de tener un ahorro financiero invertido en depósitos bancarios y efectivo del 65% del total, a algo menos del 30%. El 70% restante, está invertido directamente en los mercados de valores (26%) o en instituciones de inversión colectiva, que acuden a dichos mercados para materializar las inversiones del patrimonio de todos los partícipes.

El resultado de este proceso, llamado de desintermediación bancaria, ha supuesto la canalización de la mayoría del ahorro financiero de las familias y empresas directamente hacia los mercados financieros, bien de forma directa o a través de instituciones de inversión colectiva o seguros.

Estas tendencias, es previsible que se manifiesten todavía con mayor intensidad en los próximos años, y uno de los elementos clave de las economías será el mayor grado de sofisticación financiera y los nuevos cambios en la estructura del ahorro, tendentes a suministrar instrumentos más avanzados y dirigidos a ahorradores con mucha mayor formación y mayor capacidad de asunción de riesgo.

La necesidad de conocimiento de estos mercados y productos por parte de las familias y empresas, es tan evidente, que en el futuro es probable que se enseñe la asignatura de mercados financieros en las escuelas o institutos.

Si ya se dispone de un patrimonio financiero, el conocimiento sobre esta materia, permite la adecuación de una política de gestión acorde con las características personales de cada individuo, así como un mejor seguimiento y control de la gestión que pudiera realizar una entidad especializada.

Actualmente, casi todas las entidades ofrecen servicios de asesoramiento y gestión de patrimonios, pero en la mayoría de éstas entidades, dichos “gestores” son comerciales de banca “tradicional”, sin formación específica en inversiones, que ejercen no de “asesores”, sino de “vendedores” de los productos financieros fabricados por su entidad.

Estos productos suelen ser seleccionados por su capacidad de generar comisiones para la entidad comercializadora durante el número máximo de años posible, intentando introducir mecanismos de escasa liquidez para no afrontar traspaso de patrimonios a otra entidad.

Para los realmente expertos, era visible la escasa probabilidad de generar rentabilidades de muchas estructuras y fondos asegurados que se han vendido comercializando en el pasado y que a su vencimiento, han deprimido el patrimonio del cliente en términos “reales” (descontando la inflación).

Por ello, el conocer las claves de los mercados y productos, permitiría a las familias un mayor control de una buena parte de su patrimonio total, siendo capaz además, de seleccionar con mejor criterio, un “socio” financiero que le “ayude” a construir y hacer crecer dicho patrimonio.

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