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Los inversores, como seres humanos, somos proclives a apartar
de nuestra mente los hechos que nos resultan desagradables. El psicólogo Daniel Goleman en su libro “El punto
ciego”, plantea que gracias a un mecanismo psicológico de defensa, creamos un
punto ciego en nuestra mente que bloquea la conciencia de la memoria, y
practica una atención selectiva que permite ignorar verdades controvertidas, o dolorosas
de nuestra propia realidad.
La actual visión bimodal del riesgo de las inversiones, donde
la mayoría de analistas, gestores e inversores están enchufados al ON o al OFF, solo valora la luz o la oscuridad. Desde hace demasiado tiempo
ya no existen los claroscuros en las decisiones sobre inversiones.
La realidad es que algunos inversores prefieren conceptualmente
tener poco riesgo y por tanto deberían de aceptar bajos retornos, aunque más
seguros; mientras que otros inversores prefieren optar a los retornos más
altos, debiendo asumir un riesgo mayor. Y en el medio deberían de existir otras
opciones, según nuestro sesgo con respecto a los riesgos y oportunidades del
mercado. Obviamente, no todo es blanco o negro.
Pero observamos que, como inversores, en los últimos años nos
olvidamos de nuestra personal capacidad de asumir, emocional y financieramente,
los riesgos de pérdidas frente al potencial de cada inversión, de valorar probabilidades
a los diferentes escenarios o de realizar sencillamente, análisis más profundos
y racionales. Y la celeridad de los acontecimientos nos empuja a unirnos al galope del mercado, en muchos casos
en una fase ya tardía.
Y los clientes más arriesgados, aquellos que todo su
patrimonio lo tenían invertido en activos muy volátiles porque aspiraban a
altísimos retornos, en el peor momento, siempre tras sufrir fuertes pérdidas,
se unen al OFF de fondo, y traspasan
todo su patrimonio a un fondo de liquidez ultraconservador. Y aquellos más
conservadores, tras ver cómo han dejado de ganar dinero por sus inversiones más
seguras, incluso perdiendo en divisas refugio, aspiran con el mercado en la
fase final del ON, a llevarse el último rebufo de rentabilidad de
activos tan arriesgados como los bonos high
yield o emergentes, o el fondo de renta variable que más haya subido el año
anterior. Siempre tarde.
Sí, ellos se han unido al grupo para no sufrir con sus dudas e
incertidumbres. Allí pueden compartir una visión común, un interés similar. Allí
el inversor individual renuncia a su propio yo y los reemplaza por los
personificados por los líderes, por los voceros de los mercados, que definen
día a día lo pertinente y lo irrelevante.
Allí
su punto ciego les impide tomar conciencia de las señales de alarma, estando
solo predispuestos a prestar una atención “selectiva” a los mensajes que
alimentan los sentimientos compartidos del grupo, desatendiendo aquellos que parezcan
desmentirlos. ¿Cómo podrían estar equivocadas estas personas tan
experimentadas?
Y
esto nos aleja de lo que sabemos y debemos de recordar a nuestros clientes: no
podemos alejarnos de la racionalidad de tener carteras equilibradas, construidas
en base a su aversión al riesgo y con un plan de inversión tendente a conseguir
sus objetivos a medio plazo, con un rendimiento histórico promedio.
Acertar
si el interruptor del riesgo estará en ON o en OFF durante más o menos tiempo, es
pura especulación, alejada siempre de una inversión bien planificada, y te deja
a la deriva de los vaivenes del mercado. Una situación, cuanto menos peligrosa.
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